Cuando se habla de paz o de guerra, es frecuente que la referencia sea de carácter político, es decir, países en guerra o países en paz, y la conversación se lleva a un terreno de abstracciones que muy poco tienen que ver con la paz y la guerra. Dicho de otro modo, se habla poco de ‘vivir en paz’, cada día y cada minuto de la vida.
Y con las generalizaciones se aleja el compromiso de cada uno de nosotros para mantener la paz en la propia vida y en sus relaciones personales e inmediatas, y sin embargo, esa es la raíz desde donde emergen las conductas amables o destructivas.
‘Vivir en paz’ no es una fórmula, se parece más a una actitud y a un proceso. En cada momento estamos tomando decisiones que afectan a nuestra vida y a la de los demás; y esas decisiones muchas veces producen conflictos, porque la percepción que cada uno tiene de las cosas difiere, según los valores de cada cual. Dicho esto, parecería que la paz es inviable… pero si la paz es, como creo, una actitud, los conflictos pueden resolverse con el intento de llegar a acuerdos.
Pero antes de empezar el diálogo con el otro, es necesario hacer las paces con uno mismo, y ello quiere decir perdonarse los errores, sabiendo que lo son; adquirir la consciencia de las propias limitaciones sin amargura, y proyectarse hace afuera confiadamente. Parece fácil, y no lo es, porque el peor juicio sobre uno mismo lo llevamos dentro, y este es el inicio del conflicto. Ayuda un poco de humor, y también, no tomarse demasiado en serio.
Así y todo, la tarea no es fácil, y conviene saberlo. ‘Vivir en paz’ quiere decir pactos con los demás y con uno mismo; saber que se gana algo y que también se pierde algo en cada acuerdo, y darse cuenta de que el equilibrio formado por unas personas que quieren entenderse, a pesar de las dificultades, otorga una dignidad que ninguna ley consigue.
Además, el ejercicio constante que supone llegar a acuerdos, configura una manera de estar en el mundo, con una cierta mansedumbre de base, pero que tiene que ver con la valentía y el coraje. Tal vez con el convencimiento de vivir sin infligir sufrimiento alguno.
Y es en función de ‘vivir en paz’ que las leyes cambian y que las costumbres se modifican. No existen fórmulas mágicas para aplicar a la vida diaria; tan sólo la voluntad de ser amable con uno mismo y con el otro, sea quien sea.