Dando gritos de alegría, el pequeño Elvis se va corriendo a saludar a su madre, que llega por el camino hasta la choza de la familia en el campo de refugiados de Dukwi, al noreste de Botsuana.
Elvis, de casi tres años de edad, es la viva imagen de la salud. Pero hace un año, siendo portador del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), estuvo al borde de la muerte. Apenas podía sentarse. Su cuerpo fue sacudido por infecciones oportunistas, incluyendo la tuberculosis, y estaba constantemente en el hospital para recibir tratamiento.
La infección fue transmitida por su madre, Silibaziso, una ex activista de la oposición que huyó con su familia a Botsuana por temor a un sufrir daños físicos tras las elecciones presidenciales y parlamentarias de Zimbabue en 2008.
Sabiendo que su hijo necesitaba antirretrovirales (ARV) para sobrevivir, ella acudió al equipo de ACNUR pidiendo ayuda.
"Yo solía ir a la oficina de ACNUR todos los días y pedí que nos trasladaran a otro campamento de refugiados en la región, donde Elvis podía acceder a los antirretrovirales", recuerda Silibaziso.
Eso era imposible porque el gobierno sólo permitía a los ciudadanos de Botsuana recibir tratamiento antirretroviral en un país que tiene el tercer índice más alto de infección por VIH en África, según cifras de la ONU.
Pero ACNUR ha solicitado repetidamente a Botsuana que cambie su política y, gracias a esta persistencia, en abril de 2009 el gobierno accedió a que la agencia pusiera en marcha un programa para la prevención y tratamiento del VIH dirigido a la población refugiada y financiado por Estados Unidos.
El cambio en la política llegó justo a tiempo para salvar a Elvis, pero muchos otros habían muerto antes de que pudieran tener acceso a los medicamentos antirretrovirales, que pueden mantener a raya la infección por VIH y reducir al mínimo las infecciones oportunistas, lo que ayuda a prolongar la vida.
Cuatro personas por mes morían en los campos de refugiados
"Como promedio, los refugiados con VIH fallecían a razón de cuatro por mes. Era una cuestión de protección grave", explica Marcela Farelly-Rodríguez, responsable de protección de ACNUR en Dukwi.
Antes de la introducción del nuevo programa de VIH en abril del año pasado, alrededor de dos tercios de todas las muertes en Dukwi entre enero y mayo fueron causadas por el SIDA.
Una vez que el gobierno anunció su nueva política, ACNUR se reunió con los refugiados en Dukwi e invitó a quienes solicitaban ayuda a ponerse en contacto con ACNUR o el personal de la Cruz Roja de Botsuana.
"Yo fui la primera de la fila para recibir tratamiento por Elvis", reconoce Silibaziso Mpofu.
Los refugiados en Dukwi ahora pueden acudir a hacerse las pruebas voluntarias de VIH en el centro de salud administrado por el gobierno en el campamento. Si dan un resultado positivo, reciben asesoramiento a través de la Cruz Roja de Botsuana. Luego son transportados a la clínica River Tati, en Francistown, a unos 90 minutos, para realizar pruebas complementarias y recibir gratuitamente medicamentos antirretrovirales si los necesitan.
Miles de refugiados, en un país con altos índices de infección
Hasta ahora, 200 refugiados se han registrado en el programa, de los cuales 130 personas necesitan tratamiento ARV. Un programa comunitario basado en la prevención de la Transmisión de madre a hijo también se ha puesto en marcha, junto con otras campañas de prevención.
"ACNUR abogará porque los refugiados se incluyan en los programas nacionales de VIH y si bien ese es el ideal que al ACNUR le gustaría tener en Botsuana, por ahora estamos muy agradecidos de que el gobierno haya permitido que los refugiados tengan acceso al tratamiento, a pesar de que es a través de un programa paralelo", declara Gloria Puertas, responsable regional de VIH del ACNUR /coordinadora de SIDA.
Botsuana acoge a más de 3,000 refugiados en Dukwi, principalmente de Zimbabue, Namibia, Angola, Somalia, República Democrática del Congo, Ruanda y Burundi. El gobierno ofrece educación y atención sanitaria en Dukwi.
Thembay Mguni, un refugiado de Zimbabue que trabaja con la Cruz Roja de Botsuana, asegura que "el número de personas que pide hacerse la prueba ha subido y el estigma de ser VIH-positivos se está reduciendo. Antes, la gente decía ¿por qué habríamos de hacernos la prueba? no hay medicina... Pero todo eso ha cambiado".
Mientras tanto, Elvis se aferra a la falda de su madre, cuando Silibaziso vuelve a marcharse andando hacia la oficina de la Cruz Roja de Botsuana, donde ejerce como consejera. Ella le quita suavemente las manos de su falda y lo pone al cuidado de su hermana, quien se queda a cargo del niño mientras ella está en el trabajo.
"Te quiero Elvis, volveré enseguida ", le dice, y añade: "Estoy muy agradecida al gobierno de Botsuana y al ACNUR por lo que hemos conseguido con este tratamiento. No creo que él estuviera aquí ahora si el tratamiento hubiera tardado algún tiempo más en estar disponible".