Autoridades gubernamentales y organizaciones internacionales en Europa central alerta del dramático aumento de la trata de personas a medida que la recesión se hace sentir, según informa Cruz Roja.

En Belarús, por ejemplo, el número de víctimas de la trata registra un pronunciado aumento, según datos recabados por la Cruz Roja y la Media Luna Roja, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y autoridades locales.
Se supone que más de 800.000 ciudadanos “desaparecidos” de Belarús, puedan estar trabajando, voluntariamente o no, en Rusia que tiene una frontera abierta con su vecino más pequeño. En Ucrania, país de captación, tránsito y destino de la esclavitud moderna, aumenta el temor de que haya una nueva ola de emigración a causa de la contracción de la producción industrial (30 por ciento desde septiembre). En Moldova, el país más pobre de Europa, la cuarta parte de la población emigró y la situación podría empeorar.
Tentación de migrar
La recesión ofrece nuevas oportunidades de negocios a los traficantes, asegura Lars Linderholm, que acaba de ser nombrado facilitador de cuestiones de migración de la Oficina Zonal de Europa de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Los migrantes que pierden sus puestos en Europa occidental, vuelven a su país donde les aguarda una fría bienvenida. Por primera vez, la naciente clase media en Europa oriental, con hipotecas, cuotas del coche y un máximo de tarjetas de crédito, podría sucumbir a la tentación de emigrar.
Un anuncio en un periódico, un amigo que habla de calles pavimentadas de oro en otros países o un volante en un club nocturno pueden rápidamente atrapar a personas incautas en meses de explotación y degradación en una obra en construcción de Moscú, un burdel del Reino Unido o un agotador trabajo agrícola, destacan desde Cruz Roja.
Aunque las cifras de la OIM muestran que 99 por ciento de los habitantes de esta parte del mundo está al tanto del fenómeno de la trata de personas, solo 15 por ciento se considera vulnerable, lo cual constituye una mina de oro para los traficantes, afirma la organización humanitaria.
Trabajo para pagar deudas
El caso de Natasha, que vive en Mogilev, la segunda ciudad más grande Belarús, es típico. Esta mujer desenvuelta, madre de cuatro hijos, desde hace años es el único sostén de su familia y en un primer momento decidió responder a un anuncio para trabajar en una factoría de envasado de verduras congeladas que se encuentra a las afueras de Moscú. Al llegar allí, entregó su pasaporte y se le informó que tenía que trabajar para pagar la deuda contraída cuando le dieron el puesto.
Al final del primer mes –que pasó trabajando 16 horas por día con tan solo tres pausas para ir al baño, una sola comida diaria, y durmiendo en el piso de la factoría– fue a cobrar el sueldo y lo único que recibió fueron amenazas de violencia sexual.
Al final del segundo mes pasó lo mismo y su salud comenzó a deteriorarse por la intensidad del trabajo y las condiciones estresantes. “Nos escapamos, hicimos parar un auto y volví a casa. La policía me ignoro, me trató como a una puta y, luego, un amigo me dijo que fuera a la Cruz Roja y la Media Luna Roja.”
Víctimas de la trata
La Cruz Roja Belarusa, en colaboración con la OIM y las autoridades, presta un servicio de plena rehabilitación a personas víctimas de la trata como Natasha en los cinco centros “Manos de Ayuda” que tiene en todo el país. Las autoridades envían a dichas personas a esos centros donde se les hacen exámenes médicos, se les presta apoyo psicológico y se les ofrece asesoramiento jurídico, tratamiento de adicciones si procede, alojamiento y formación profesional para ayudarles a volver a trabajar y reintegrarse en comunidades donde, en muchos casos, la primera reacción es evitarles.
Según las estadísticas desde 2006 se diagnosticaron 20 casos de TB activa (en un solo centro) junto con casos de sífilis, gonorrea, VIH/SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual (ETS). Casi 90 por ciento de los hombres y mujeres víctimas de la trata contrajeron alguna ETS.
En la caso de Natasha, el centro de la Cruz Roja local también le ofreció el tratamiento de quimioterapia para el cáncer que se le diagnosticó poco después de su experiencia. “¿Quién me ayudó? Sólo la Cruz Roja”, dice y se le llenan los ojos de lágrimas.
Dispuesta a ser voluntaria
Ahora, volvió a levantar cabeza, trabaja de camarera en un bar muy frecuentado y está dispuesta a ser voluntaria de la Cruz Roja Belarusa para evitar que “otros sean tan estúpidos como yo”. Tiene un montón de ideas: dar charlas, proyectar vídeos en las escuelas, organizar distribuciones de folletos de información y establecer una línea directa. Iniciativas que Andrei Nikitin, presidente de la Cruz Roja local, quisiera ampliar si dispusiera de más fondos.
Además, Natasha tuvo otro motivo de preocupación. Su hija mayor, estudiante de economía, hace poco le pidió permiso para ir a trabajar a Moscú con “un amigo”. Entonces, le contó lo que realmente le había pasado en 2005 y la muchacha se quedó.
Natalia Domarenko es psicóloga y trabaja en el Centro Manos de Ayuda de Mogilev. En enero, atendió a 17 personas víctima de la trata y ella también prevé que el número de dichas personas se disparará. Aunque las mujeres representan el 75 por ciento de sus pacientes, ella estima que una cantidad igual de hombres y mujeres son víctimas de la trata y que la mayoría de los hombres capturados se destina al trabajo esclavo en obras en construcción. (En Rusia no es ilegal que los emplea
dores retengan pasaportes ni que contraten guardias privados para cerrar herméticamente las obras e impedir que los trabajadores salgan.)
Compartir los problemas
“Las mujeres hablan y comparten sus problemas, pero los hombres se niegan a hacerlo. Ellos tienen un solo médico: el Doctor Vodka”, comenta Natalia.
Tatiana, otra de sus pacientes, es una atractiva treintañera de sonrisa pícara. Hace 14 años que regresó a su casa pero aún se está recuperando de la horrenda experiencia de un año que vivió en Moscú donde la trasladaban de un apartamento a otro y la pasaban de un hombre a otro. Durante todo el rato que estuvimos hablando, mantuvo su enorme bolso firmemente apretado contra el pecho y a pesar de su rostro sonriente, los recuerdos destellaban como demonios en su mirada.
Al igual que muchos jóvenes de 20 años, Tatiana quería buscarse la vida, tener dinero y divertirse. Unos amigos le contaron que podía ganar dinero vendiendo artículos de cuero en mercados de Moscú. Entonces, cuando el amigo de un amigo le ofreció un buen trabajo y el traslado gratuito, no se lo pensó dos veces.
En contacto con la Cruz Roja
“Pero en cuanto llegué a Moscú me llevaron a aquel apartamento e inmediatamente me di cuenta de lo que pasaba.” Después aprovechó una de las pocas posibilidades que se le presentó y se fue. Los policías fueron amables y la pusieron en contacto con la Cruz Roja. Actualmente, tras el camino largo y solitario que recorrió, es una de las 10 primeras peluqueras de Mogilev y tiene un hijo de ocho años que es el único hombre de su vida.
¿Y qué pasó con la amiga que se fue con ella a Moscú? “Supe que cayó en la droga. Está perdida.”
Natasha y Tatiana son sólo dos de las 500 víctimas de la trata que ayuda una filial de la Cruz Roja en una ciudad de un minúsculo rincón del continente. Nadie sabe cuantos hombres y mujeres más están viviendo ese tormento, sin posibilidad de volver o muy avergonzados para hacerlo y hundiéndose cada vez más en el pantano de la droga, la monotonía y la depresión.
Tráfico infantil
Si bien se dispone por lo menos de algunos datos sobre la trata de hombres y mujeres con fines de explotación sexual y laboral (sin lugar a dudas, subestimados), prácticamente no se sabe nada de la trata de niños que son explotados con esos mismos fines o en la mendicidad.
Ese tema preocupa a Ana Ravenco, Presidenta de La Strada, organización moldova contra la trata que trabaja en estrecha colaboración con la Cruz Roja y la Media Luna Roja.
“Ni las líneas directas ni las campañas de información nos permiten encontrarles, porque los niños no llaman. Una vez capturados por la trata, en muchos casos, desaparecen para siempre.”
La Strada, la OIM, la Cruz Roja y la Media Luna Roja informan de la tendencia a la trata “suave” en la que se recurre a una “simulación de entorno seguro” para que la gente crea que puede elegir y hacer pasar la trata ilegal por migración legal.
Violencia doméstica
Según Ana, un medio de neutralizar la trata, sobre todo de mujeres y niños, es combatir todas las formas de violencia doméstica: física, económica y emocional. “Diría que 100 por ciento de las víctimas de la trata también lo es de la violencia doméstica. Una vez que las mujeres consiguen la independencia económica, les resulta más fácil abandonar un entorno abusivo.”
La Strada procede a establecer una “línea de confianza” para víctimas de la violencia doméstica. A su vez, la Cruz Roja Moldova acaba de iniciar una campaña de información para sacar a luz la violencia doméstica. Esa es una buena iniciativa en un país donde un refrán dice: “una mujer a quien no se le pega es como una casa que no se limpia”.
Lars Linderholm está firmemente dispuesto a incorporar de nuevo la trata en el programa. “Uno de los problemas más graves que se nos plantea es la falta de datos. Es decir que en términos de la dimensión del problema, la intervención actual y el potencial de la Cruz Roja y la Media Luna Roja tienen que aprovecharse más”, señala.
Lars considera que la trata es un problema en todas partes de Europa, tanto en lo que se refiere a la demanda como a la oferta. Por lo tanto, alentará al Movimiento Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja a trabajar en estrecha colaboración con las autoridades y organizaciones especializadas para informar, detectar y rehabilitar a las víctimas de un delito que nos deshonra a todos.

En Belarús, por ejemplo, el número de víctimas de la trata registra un pronunciado aumento, según datos recabados por la Cruz Roja y la Media Luna Roja, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y autoridades locales.
Se supone que más de 800.000 ciudadanos “desaparecidos” de Belarús, puedan estar trabajando, voluntariamente o no, en Rusia que tiene una frontera abierta con su vecino más pequeño. En Ucrania, país de captación, tránsito y destino de la esclavitud moderna, aumenta el temor de que haya una nueva ola de emigración a causa de la contracción de la producción industrial (30 por ciento desde septiembre). En Moldova, el país más pobre de Europa, la cuarta parte de la población emigró y la situación podría empeorar.
Tentación de migrar
La recesión ofrece nuevas oportunidades de negocios a los traficantes, asegura Lars Linderholm, que acaba de ser nombrado facilitador de cuestiones de migración de la Oficina Zonal de Europa de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Los migrantes que pierden sus puestos en Europa occidental, vuelven a su país donde les aguarda una fría bienvenida. Por primera vez, la naciente clase media en Europa oriental, con hipotecas, cuotas del coche y un máximo de tarjetas de crédito, podría sucumbir a la tentación de emigrar.
Un anuncio en un periódico, un amigo que habla de calles pavimentadas de oro en otros países o un volante en un club nocturno pueden rápidamente atrapar a personas incautas en meses de explotación y degradación en una obra en construcción de Moscú, un burdel del Reino Unido o un agotador trabajo agrícola, destacan desde Cruz Roja.
Aunque las cifras de la OIM muestran que 99 por ciento de los habitantes de esta parte del mundo está al tanto del fenómeno de la trata de personas, solo 15 por ciento se considera vulnerable, lo cual constituye una mina de oro para los traficantes, afirma la organización humanitaria.
Trabajo para pagar deudas
El caso de Natasha, que vive en Mogilev, la segunda ciudad más grande Belarús, es típico. Esta mujer desenvuelta, madre de cuatro hijos, desde hace años es el único sostén de su familia y en un primer momento decidió responder a un anuncio para trabajar en una factoría de envasado de verduras congeladas que se encuentra a las afueras de Moscú. Al llegar allí, entregó su pasaporte y se le informó que tenía que trabajar para pagar la deuda contraída cuando le dieron el puesto.
Al final del primer mes –que pasó trabajando 16 horas por día con tan solo tres pausas para ir al baño, una sola comida diaria, y durmiendo en el piso de la factoría– fue a cobrar el sueldo y lo único que recibió fueron amenazas de violencia sexual.
Al final del segundo mes pasó lo mismo y su salud comenzó a deteriorarse por la intensidad del trabajo y las condiciones estresantes. “Nos escapamos, hicimos parar un auto y volví a casa. La policía me ignoro, me trató como a una puta y, luego, un amigo me dijo que fuera a la Cruz Roja y la Media Luna Roja.”
Víctimas de la trata
La Cruz Roja Belarusa, en colaboración con la OIM y las autoridades, presta un servicio de plena rehabilitación a personas víctimas de la trata como Natasha en los cinco centros “Manos de Ayuda” que tiene en todo el país. Las autoridades envían a dichas personas a esos centros donde se les hacen exámenes médicos, se les presta apoyo psicológico y se les ofrece asesoramiento jurídico, tratamiento de adicciones si procede, alojamiento y formación profesional para ayudarles a volver a trabajar y reintegrarse en comunidades donde, en muchos casos, la primera reacción es evitarles.
Según las estadísticas desde 2006 se diagnosticaron 20 casos de TB activa (en un solo centro) junto con casos de sífilis, gonorrea, VIH/SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual (ETS). Casi 90 por ciento de los hombres y mujeres víctimas de la trata contrajeron alguna ETS.
En la caso de Natasha, el centro de la Cruz Roja local también le ofreció el tratamiento de quimioterapia para el cáncer que se le diagnosticó poco después de su experiencia. “¿Quién me ayudó? Sólo la Cruz Roja”, dice y se le llenan los ojos de lágrimas.
Dispuesta a ser voluntaria
Ahora, volvió a levantar cabeza, trabaja de camarera en un bar muy frecuentado y está dispuesta a ser voluntaria de la Cruz Roja Belarusa para evitar que “otros sean tan estúpidos como yo”. Tiene un montón de ideas: dar charlas, proyectar vídeos en las escuelas, organizar distribuciones de folletos de información y establecer una línea directa. Iniciativas que Andrei Nikitin, presidente de la Cruz Roja local, quisiera ampliar si dispusiera de más fondos.
Además, Natasha tuvo otro motivo de preocupación. Su hija mayor, estudiante de economía, hace poco le pidió permiso para ir a trabajar a Moscú con “un amigo”. Entonces, le contó lo que realmente le había pasado en 2005 y la muchacha se quedó.
Natalia Domarenko es psicóloga y trabaja en el Centro Manos de Ayuda de Mogilev. En enero, atendió a 17 personas víctima de la trata y ella también prevé que el número de dichas personas se disparará. Aunque las mujeres representan el 75 por ciento de sus pacientes, ella estima que una cantidad igual de hombres y mujeres son víctimas de la trata y que la mayoría de los hombres capturados se destina al trabajo esclavo en obras en construcción. (En Rusia no es ilegal que los emplea

Compartir los problemas
“Las mujeres hablan y comparten sus problemas, pero los hombres se niegan a hacerlo. Ellos tienen un solo médico: el Doctor Vodka”, comenta Natalia.
Tatiana, otra de sus pacientes, es una atractiva treintañera de sonrisa pícara. Hace 14 años que regresó a su casa pero aún se está recuperando de la horrenda experiencia de un año que vivió en Moscú donde la trasladaban de un apartamento a otro y la pasaban de un hombre a otro. Durante todo el rato que estuvimos hablando, mantuvo su enorme bolso firmemente apretado contra el pecho y a pesar de su rostro sonriente, los recuerdos destellaban como demonios en su mirada.
Al igual que muchos jóvenes de 20 años, Tatiana quería buscarse la vida, tener dinero y divertirse. Unos amigos le contaron que podía ganar dinero vendiendo artículos de cuero en mercados de Moscú. Entonces, cuando el amigo de un amigo le ofreció un buen trabajo y el traslado gratuito, no se lo pensó dos veces.
En contacto con la Cruz Roja
“Pero en cuanto llegué a Moscú me llevaron a aquel apartamento e inmediatamente me di cuenta de lo que pasaba.” Después aprovechó una de las pocas posibilidades que se le presentó y se fue. Los policías fueron amables y la pusieron en contacto con la Cruz Roja. Actualmente, tras el camino largo y solitario que recorrió, es una de las 10 primeras peluqueras de Mogilev y tiene un hijo de ocho años que es el único hombre de su vida.
¿Y qué pasó con la amiga que se fue con ella a Moscú? “Supe que cayó en la droga. Está perdida.”
Natasha y Tatiana son sólo dos de las 500 víctimas de la trata que ayuda una filial de la Cruz Roja en una ciudad de un minúsculo rincón del continente. Nadie sabe cuantos hombres y mujeres más están viviendo ese tormento, sin posibilidad de volver o muy avergonzados para hacerlo y hundiéndose cada vez más en el pantano de la droga, la monotonía y la depresión.
Tráfico infantil
Si bien se dispone por lo menos de algunos datos sobre la trata de hombres y mujeres con fines de explotación sexual y laboral (sin lugar a dudas, subestimados), prácticamente no se sabe nada de la trata de niños que son explotados con esos mismos fines o en la mendicidad.
Ese tema preocupa a Ana Ravenco, Presidenta de La Strada, organización moldova contra la trata que trabaja en estrecha colaboración con la Cruz Roja y la Media Luna Roja.
“Ni las líneas directas ni las campañas de información nos permiten encontrarles, porque los niños no llaman. Una vez capturados por la trata, en muchos casos, desaparecen para siempre.”
La Strada, la OIM, la Cruz Roja y la Media Luna Roja informan de la tendencia a la trata “suave” en la que se recurre a una “simulación de entorno seguro” para que la gente crea que puede elegir y hacer pasar la trata ilegal por migración legal.
Violencia doméstica
Según Ana, un medio de neutralizar la trata, sobre todo de mujeres y niños, es combatir todas las formas de violencia doméstica: física, económica y emocional. “Diría que 100 por ciento de las víctimas de la trata también lo es de la violencia doméstica. Una vez que las mujeres consiguen la independencia económica, les resulta más fácil abandonar un entorno abusivo.”
La Strada procede a establecer una “línea de confianza” para víctimas de la violencia doméstica. A su vez, la Cruz Roja Moldova acaba de iniciar una campaña de información para sacar a luz la violencia doméstica. Esa es una buena iniciativa en un país donde un refrán dice: “una mujer a quien no se le pega es como una casa que no se limpia”.
Lars Linderholm está firmemente dispuesto a incorporar de nuevo la trata en el programa. “Uno de los problemas más graves que se nos plantea es la falta de datos. Es decir que en términos de la dimensión del problema, la intervención actual y el potencial de la Cruz Roja y la Media Luna Roja tienen que aprovecharse más”, señala.
Lars considera que la trata es un problema en todas partes de Europa, tanto en lo que se refiere a la demanda como a la oferta. Por lo tanto, alentará al Movimiento Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja a trabajar en estrecha colaboración con las autoridades y organizaciones especializadas para informar, detectar y rehabilitar a las víctimas de un delito que nos deshonra a todos.