En 1948, tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, Portugal volvía a tomar el mando de su antigua colonia, atraído por los mismos tesoros por los que los europeos habían llegado allá en 1512, y por nuevas vetas de moderna riqueza: la madera de sándalo y el petróleo, además de su excelente ubicación como vía para el comercio. Tras siglos de colonización, los europeos dejaron a su paso toda una cultura mestiza y una inevitable herencia religiosa. Actualmente, el 90% de su población practica el catolicismo.
Después de la llamada Revolución de los Claveles en Portugal, Timor se independizó y quedó al frente del FRETILIN (Frente Revolucionario de Timor Oriental). Nada duró esta independencia proclamada en Noviembre de 1975. Ese mismo año el militar golpista indonesio, el general Suharto, invadía la isla asiática y tras ocuparla, convertía a Timor en la 27ª provincia de Indonesia, con el beneplácito de Estados Unidos (preocupados por el comunismo) y de su vecina Australia (interesada en acceder a sus recursos petrolíferos y naturales).
La política de Indonesia fue básicamente el genocidio, con centenares de aldeas arrasadas, mujeres violadas por militares, bombardeos, torturas a la población, reducción de todas las libertades, asesinatos y desapariciones forzadas y el uso de toneladas del mortífero napalm. Timor vivió este horror por casi 24 años.
El general Suharto cayó de la presidencia indonesa en 1998 y gracias a la presión internacional que significó la concesión del Nobel de la Paz a dos timorenses en 1996, a la presencia de la ONU y a la mediación de Portugal, finalmente, el 98% de los habitantes de la isla votó en 1999 una consulta popular, donde se elegía la independencia por una amplia mayoría.
Las fuerzas de la ONU, que llegaron a Timor en 1999, se encontraron ese año a su entrada con un país totalmente devastado, sin infraestructura y asolado por el uso constante de las bombas y el napalm.
Timor Oriental no fue “oficialmente” independiente sino hasta 2002, y aún hoy, su camino para lograr la reconciliación, la pacificación y el desarrollo social y económico, prosigue una complicada marcha plagada de altibajos, tal como predijo alguna vez Ximenes Belo, cuando vaticinó para su país, un “largo camino por recorrer”.
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Corresponsal de Paz